Páginas

Búsqueda Personalizada

miércoles, 24 de julio de 2013

LEYENDAS DE LA YERBA MATE


Los Mitos y las Leyendas tienen que ver con nuestras raíces, nuestra historia cultual, y la tradición como país.

En su origen fueron historias contadas de Padre a hijo, durante generaciones así conservadas, y luego llevadas al lenguaje escrito con la ayuda de los jesuitas quienes por su misión, incorporaron la magia de la música y la enseñanza de los instrumentos

Son historias simbólicas, donde el personaje principal tiene que ver con un héroe, alguien que es capas de un esfuerzo extraordinario, y así logra su meta, o una situación difícil donde hay que salvar un obstáculo para lograr el objetivo. En las leyendas siempre hay algo de un obstáculo o situación a resolver, es un símil de nuestra vida diaria, donde siempre estamos enfrentados a un desafió.

----------------------------------------------------------------------










La Yerba Mate - Leyenda Guaraní

Yarí-í era una joven Guaraní que vivía cerca de la Selva Misionera. Era muy hermosa y cuidaba con amor a su padre anciano y casi ciego…él no había querido seguir la ruta de su pueblo nómade, porque no se sentía con fuerzas para un largo viaje . Les pidió a sus hermanos que llevaran a su hija con ellos …pero la joven se negó a abandonarlo y prometió aprender a cazar para proveer el alimento para ambos . Muy pronto Yari-i pescaba, cazaba y recogía frutos cómo el mejor de los hombres Guaraníes…Su padre rogaba a TUPÁ, su Dios, para que la colmara de Bendiciones…Y así fue cómo un día apareció en la puerta de la casa un caminante, que resultó ser…¡ el mismísimo TUPÁ…! Yari-i , desconociendo su identidad , fue muy hospitalaria con él…le brindó comida y techo donde descansar…A la mañana siguiente , antes de seguir su camino , el hombre le dijo : ” Fuiste muy generosa conmigo y cuidas de tu padre con amor…por ello te haré un regalo especial…Haré brotar una planta nueva , que llevará tu nombre…se llamará CAA-YARI….Entonces TUPÁ hizo nacer la yerba mate …Es un arbusto de hojas muy verdes , que una vez secadas y trituradas , se prepara con ellas una infusión que además de ser energizante , de agradable sabor y terapéutica , también es utilizada para la elaboración de productos cosméticos de belleza .

CAA= yerba

MATI = calabaza
( en idioma Guaraní )

CAA-YARI



https://docs.google.com/uc?id=0B3q4s11xKWZITk9RQ2pqcFhNRHM
----------------------------------------------------------------------






Leyenda de la yerba mate (guaraní, otra versión)

Nuestra hermosa tierra colorada está llena de leyendas, sin embargo hay una que considero que es representativa, no solo de la provincia, sino también de los valores que tenemos los misioneros.

Originada por los Guaraníes, se fue transmitiendo la leyenda de Caá -Yarí a través de los años y las distancias. Por ello existen múltiples versiones de esta maravillosa historia que explica el origen de la Yerba Mate y sintetiza nuestra idiosincrasia. Todas las versiones, a pesar de sus diferencias, tienen como rasgo en común la idea de un aborigen entrado en años que vivía en medio de la selva, aislado del resto, con su mujer y su hija Yarí, a quien amaba y quería de sobre manera. Una noche es visitado por dos dioses, que habían adoptado temporalmente forma humana. El anciano, sin saber quienes eran en realidad,  los recibió con amabilidad, a pesar de haber elegido estar en la soledad de la selva. Charlaron, presentó a su familia y puso sobre la mesa la única comida que tenía, para que todos compartieran la cena.

Al otro día, estos celestiales visitantes se retiraron y sorprendidos por la amabilidad y sacrificio del anciano, que ofreció todo lo que tenía para que sus huéspedes ocasionales se sintieran a gusto, decidieron gratificarlo con un regalo. Decidieron hacer brotar su reconocimiento: en medio de la noche, mientras que la familia descansaba, los dioses aprovecharon para sorprenderlos sembrando una nueva especie de arboles menudos y desconocidos, que gracias a su magia durante la noche crecieron. A la mañana siguiente cuando la familia se despierta ve que frente a su choza yacía una plantación de árboles que no conocían, en medio del asombro de esta familia, se aparecen los dioses contándoles que solo querían agradecer su gran bondad. “Los pequeños arboles que ustedes ven es la yerba mate, que constituirá para ustedes y para las futuras generaciones de esta región el símbolo de amistad y de amor. Y su hija, por su inocencia y bondad, será consagrada como la diosa protectora de la Yerba Mate, Caa  Yarí.”

Esta hermosa leyenda, que nos habla de nuestra raíz aborigen, de nuestra cultura y de los valores que nos fueron traspasando nuestros ancestros, siempre la tengo presente. Es una fotografía de nuestro carácter y potencial: Trabajo, amabilidad, cordialidad, que se renueva año a año, en armonía y concordia con nuestro entorno
------------------------------------------------------------------------







Leyenda de la yerba mate (otra versión guaraní)
Es una leyenda guaraní , perteneciente a la zona del sur de Brasil, este de Bolivia y Paraguay y noroeste de Argentina.

Un día la luna y la nube, transformadas en dos niñitas muy bellas, quisieron bajar a la tierra pero cuando lo hicieron, perdieron los poderes de los dioses. Comenzaron a caminar por los bosques, observando los árboles, oliendo el perfume de las flores, saboreando los frutos, cuando oyeron los rugidos del yaguareté. En el tronco de un árbol, la fiera se preparaba a saltar sobre las diosas. Las niñas cerraron los ojos pensando resignadas que morirían bajo sus garras cuando oyeron un silbido, un rugido y un golpe. Abrieron los ojos asombradas y vieron al yaguareté tendido en el suelo con una flecha clavada en el corazón y a un joven indio que se acercaba al tigre. Las diosas desaparecieron rápidamente porque no podían ser vistas por los ojos de ningún ser humano. El indio, contento con su presa, sacó el cuchillo y cuereó al animal.. Se durmió luego profundamente y soñó que una hermosa joven se acercaba a él y le regalaba una planta, diciéndole que era en agradecimiento por haber salvado a Jasy, la luna. Le explicó que esa planta nueva se llamaba Kaá y servía para preparar una bebida que acercaba los corazones de los hombres y alejaba la soledad. Cuando el cazador despertó, descubrió en el bosque, muy cerca suyo una planta nueva: la yerba mate, la yerba milagrosa. Siguiendo las instrucciones de Jasy, tostó las hojas, las puso en una calabacita, vertió agua y con una caña probó la bebida. ¡Le pareció deliciosa! Quiso compartir la bebida con toda la tribu y de mano en mano, el mate fue pasando. Así nació el mate, el premio de Jasy al pueblo guaraní por haberle salvado la vida.
--------------------------------------------------------







La leyenda de la Yerba Mate - la original

Mucho tiempo hacía que Yasí, la luna, miraba llena de curiosidad y de deseo desde su cielo
oscuro los bosques profundos con que Tupá, el poderoso dios de los guaraníes, había recu-
bierto la tierra.
Los ojos claros de Yasí recorrían la yerba fina y suave de las laderas, los altos árboles
que alargaban sus sombras en la noche luciente, los ríos de aguas centelleantes, y su deseo
de bajar hasta el bosque se iba haciendo cada vez más ardiente.
Entonces Yasí llamó a Arai, la nube rosada del crepúsculo, y le dijo:
- ¿Quieres bajar conmigo a la tierra?
Arai, la dulce compañera de la diosa, se quedó asombrada del extraño deseo de Yasí.
Pero ésta siguió apremiante:
- Sí. Ven conmigo, Arai. Mañana por la tarde dejaremos el cielo azul y nos meteremos por el
bosque, entre los altos árboles.
- Pero todos sabrán lo que hemos hecho; al llegar la noche notarán tu ausencia.
Yasí sonrió mientras sus ojos brillaban burlonamente.
- Sólo las nubes, tus hermanas, lo sabrán. Las llamaré, les pediré que vengan veloces y
apretadas. Cubrirán todo el cielo y nadie sabrá nuestra aventura.
Las palabras de Yasí convencieron a la nube rosada, y al atardecer del día siguiente, dos
hermosas doncellas paseaban por el bosque solitario, mientras negras y densas nubes amena-
zaban la tierra con su aspecto tormentoso.
Yasí miraba entusiasmada los árboles, que ofrecían sus frutos olorosos; las ramas susurran-
tes, movidas por el viento; el verde de las hojas, casi blanco cuando ella se acercaba.
Yasí sintió bajo sus pies desnudos la húmeda suavidad de la yerba, y vió su hermoso rostro
lunar reflejado en las aguas profundas de los ríos.
Yasí y Arai eran felices en su correría a través del bosque; pero sus cuerpos se iban fati-
gando. Caminaban en la noche oscura dejando a su paso una sombra de luz. A lo lejos, en un
claro del bosque, vieron una ruinosa cabaña, y hacia ella se encaminaron para buscar un
poco de reposo, pues, aunque eran diosas en su morada celeste, sentían el cansancio bajo la
forma de doncellas.
De pronto, sus aguzados oídos sintieron el leve chasquido de una ramita al quebrarse. Yasí
volvió su rostro radiante hacia aquel lugar, y su luz iluminó a un tigre, un yaguareté que
se abalanzó sobre ellas a la vez que quedaba deslumbrado por la repentina luminosidad. Las
dos doncellas no tuvieron tiempo de perder su forma corpórea, pero si de hacerse rápidamen-
te hacia un lado, mientras el tigre fallaba en su ataque.
Después vieron como un hombre de edad avanzada, pero con instinto y experiencia de cazador,
venía en su auxilio y luchaba con el yaguareté.
El bosque quería ofrecer a las dos diosas una última y singular aventura. Aquel hombre
sabía esquivar diestramente su cuerpo de las garras del tigre a la vez que le hundía su
cuchillo repetidamente: sin embargo, no parecía por eso llevar ventaja sobre el animal.
Con un esfuerzo nada común se lanzó por última vez sobre el yaguareté; la hoja del cuchillo
brilló un momento en el aire y cayó pesadamente sobre la cabeza del tigre, que quedó sepa-
rada del cuerpo.
El viejo indio había vivido remozado durante los últimos minutos que duró la lucha; parecía
como si todo el vigor de su juventud hubiese vuelto a su brazo poderoso; pero, en cuanto el
tigre hubo muerto, sus brazos colgaron pesados a lo largo del cuerpo, aunque la mano seguía
sujetando con fuerza el ensangrentado cuchillo.
Después, con la respiración aún jadeante, sus ojos buscaron a las dos muchachas.
- Ya no tenéis por qué temer - les dijo -. Ahora os ruego, hermosas jóvenes que aceptéis la
hospitalidad que puedo ofreceros en mi cabaña.
Yasí y su compañera aceptaron gustosas la invitación a la vez que elogiaron el valor y la
destreza que el viejo indio había demostrado en la lucha. Después fueron tras él y entraron
en la choza.
- Sentáos sobre esas esteras mientras aviso a mi mujer y a mi hija para que vengan a ofrece-
ros los deberes de la hospitalidad, dijo el viejo.
Y desapareció de aquel lugar, mientras las dos jóvenes se miraban llenas de asombro sin
atreverse a decir ni una palabra.
A su alrededor todo era ruinoso y miserable, y, si ya les había llamado la atención que un
solo hombre viviese en aquellas soledades, su asombro subió al enterarse que dos mujeres
vivían junto a él.
Su aventura por la tierra iba adquiriendo una serie de matices insospechados. Pero no les
dió tiempo a divagar, porque las dos mujeres anunciadas, llenas de afectuosidad, entraron
donde ellas estaban.
- Venimos a ofreceros nuestra pobreza dijo la mujer del viejo indio.
Pero Yasí y Arai apenas si se daban cuenta de lo que les decía, pues habían quedado maravi-
lladas por la hermosura de la joven, que, llena de un tímido recato, estaba ante ellas.
- No tenéis que esforzaros - dijo, por fin, Yasí saliendo de su asombro - Os agradeceremos
cualquier cosa que podáis ofrecernos, pues hemos caminado por el bosque desde el atarde-
cer y estamos más fatigadas que hambrientas.
La joven se apresuró entonces a traer unas tortas de maíz que, guardadas sobre el rescoldo
de la lumbre, habían conservado su tibieza y blandura.
Pero lo que las dos diosas no supieron en aquel momento, ya que bajo forma humana habían
perdido algunos de sus poderes divinos, era que aquellas sabrosas tortas estaban hechas con
el único maíz que quedaba en la cabaña.
Durante un buen rato el viejo matrimonio y la hermosa doncella procuraron hacer grata la
estancia de las diosas; pero Yasí permanecía un poco ajena a lo que decían. Encontraba tan
fuera de lo natural que aquellas tres personas viviesen allí, alejadas de los demás hombres
y expuestas a los peligros de las fieras, que no podía apartar la idea de que en todo ello
había algún misterio.
Y, no pudiendo más en su curiosidad, pregunto, por fin, procurando que sus palabras no de-
jasen ver su deseo, sino más bien como quien pregunta algo al azar:
- ¿Hay alguna otra cabaña cerca de ésta?
- No - contestó el viejo indio -; vivimos aquí completamente aislados de los demás hombres.
No, hay ninguna cabaña próxima.
- ¿Y no sentís temor en estas soledades? - inquirió de nuevo Yasí.
Pero el viejo, sabía callar lo que le interesaba y respondió evasivamente:
- No, no, ninguno. Hemos venido aquí a vivir por nuestro gusto.
Después se levantó, no sin cierta ceremonia en sus ademanes y dijo:
- No quisiera fatigar a quien se acoge bajo nuestro techo, pues Tupá mira con desagrado al
que no cumple dignamente la hospitalidad con sus semejantes. Por tanto, os dejaremos re-
posar lo que queda de la noche.
Mañana, si vuestro deseo es abandonar estos bosques, os acompañaré hasta donde no exista
ningún peligro.
Y, una vez dicho esto, salió seguido de su mujer y su hermosa hija.
Cuando Yasí se vió nuevamente a solas con Arai dejó que su clara luz iluminase la estancia,
pues desde que encontraron al indio en el bosque la había replegado y oscurecido sobre sí
misma para no descubrirse. Después oyó que Arai le decía:
- ¿Qué hacemos ahora, Yasí? ¿Volvemos a nuestra morada y dejamos que esta gente crean que
nuestro encuentro ha sido un sueño ?
Yasí movió negativamente la cabeza.
- No, no, Arai. Estoy llena de curiosidad por saber cuál es el motivo que les ha hecho re-
tirarse a estas soledades y encerrar con ellos a esa hermosa joven. Y, si no logramos que
nos lo digan, nuestro poder no es suficiente para adivinarlo. Esperemos a manaña.
Arai no acababa de sentir la curiosidad de Yasí; pero era amiga de la pálida diosa, y acce-
dió a su deseo, aunque no le agradaba mucho pasar la noche en la ruinosa cabaña.
Llegó la nueva luz, y con ella Yasí anunció al viejo que había llegado el momento de mar-
char.
- Esperamos - le dijo - que, así como os habéis comportado con nosotros tan amablemente,
nos acompañiéis, según dijistéis, hasta el linde del bosque.
Pero no hacía falta que la diosa le recordase su promesa, pues el hombre era hospitalario y
veraz, y se puso en seguida a disposición de sus deseos.
Salieron la mujer y la hija a despedir a las dos aventureras doncellas; que, acompañadas
del viejo, emprendieron el camino.
Apenas se habían apartado del claro del bosque donde estaba la cabaña, cuando Yasí, con
toda su fría astucia, intentó que su acompañante les dijera lo que tanto deseaba. Pero el
viejo había intuído el deseo de la joven, y, atribuyéndolo a curiosidad propia de mujer, se
decidió a satisfacerlo, y le dijo:
- Hermosa doncella, bien veo que os ha llamado la atención el alejamiento en que vivo con
mi mujer y mi hija; mas no penséis que hay en ello ningún motivo extraño.
Yasí, que había empezado a regocijarse con las primeras palabras del viejo, sintió el temor
de que éste no continuase, al ver que hacía una pausa en su comenzado relato.
Entonces Arai, la rosada nube, hizo un intento para que el deseo de su amiga quedase satis-
fecho, y preguntó:
- ¿Y hace mucho tiempo que vivís en el bosque?
- Si, ya hace bastante, y no puedo quejarme de esta soledad, porque ella me ha dado la
tranquilidad que empezó a faltarme cuando vivía entre los de mi tribu.
Entonces el viejo indio, ya dispuesto a la confidencia, contó a las dos jovenes el motivo
por el que se había retirado a vivir en la humilde cabaña donde ellas le habían acompañado.
Durante su vida juvenil había vivido junto a los de su tribu, una tribu como las muchas que
estaban en las proximidades de los grandes ríos, dedicadas a la caza y a la lucha.
Allí conoció a la que fué su mujer, y su alegría no tuvo límites el día en que nació su
hija, una niña tan llena de hermosura, que aumentaba el gozo natural de sus padres.
Pero esta alegría se fué trocando en preocupación a medida que la niña fué creciendo, pues
era tan inocente, tan llena de candor y tan falta de malicía, que el padre empezó a temer
el día en que perdiera tan hermosos atributos.
Poco a poco, el desasosiego, la inquietud y el temor invadieron el espíritu del indio hasta
que determinó alejarse de la comunidad en que vivía para que en la soledad pudiese su hija
guardar aquellas virtudes con que Tupá la había enriquecido.
- Abandoné todo lo que no me era necesario para vivir en el bosque - dijo el viejo - y, sin
decir a nadie hacia dónde iba, huí como un venado perseguido, hacia la soledad. Desde en-
tonces vivo allí. Sólo el cariño que tengo a mi hija pudo hacerme cometer esta especie
de locura. Pero soy feliz, vivo tranquilo.
Calló el viejo y ninguna de las dos supo qué contestarle. Entonces Yasí, viendo que el lin-
de del bosque estaba cerca, le pidió que las dejase, después de prometerle que a nadie le
hablarían de su encuentro.
Accedió el viejo indio, y, una vez que Yasí y Arai se vieron solas, perdieron sus formas
humanas y ascendieron a los cielos.
Pasaron algunos días, en los que la pálida diosa no podía olvidar las aventuras y sobre
todo el encuentro que había tenido en el bosque, y, observando al viejo indio desde su so-
ledad celeste, comprendió todo el valor de la hospitalidad que aquél les había ofrecido en
su cabaña, pues vió que las tortitas de maíz, de que tanto gustaban todas aquellas tribus,
habían desaparecido de su alimento.
Era indudable que las que les fueron ofrecidas habían sido las últimas que tenían. Entonces
una tarde, volvió a hablar con Arai y le contó lo que había observado.
- Yo creo - dijo la nube sonrosada - que debemos premiar a aquella gente. ¿Qué te parece,
Yasí?
- Lo mismo he pensado yo, y por eso he querido hablar contigo. Podríamos hacer, ya que el
viejo tiene ese cariño por su hija, tan fuera de lo común, que nuestro premio recayese
sobre la joven.
- Has pensado bien, Yasí. Y como fué tan hospitalario, y sabes que Tupá se alegra de que
los hombres sean de ese modo, tendremos también que demostrárselo.

Desde aquel momento, las jóvenes diosas se dedicaron con afán a buscar un premio adecuado.
Por fin, se les ocurrió algo verdaderamente original y, con el mayor secreto, se decidieron
a ponerlo en práctica. Para ello, una noche infundieron a los tres seres de la cabaña un
sueño profundo, y, mientras dormían, Yasí en forma de blanca doncella fue sembrando, en el
claro del bosque que delante de la choza se extendía, una semilla celeste.
Después volvió a su morada, y desde el cielo oscuro iluminó fuertemente aquel lugar, a la
vez que Arai dejaba caer suave y dulcemente una lluvia menuda que empapaba amorosamente la
tierra.
Llegó la manaña, Yasí quedó oculta bajo el sol radiante, pero su obra estaba concluída.
Ante la cabaña habían brotado unos árboles menudos, desconocidos, y sus blancas y apretadas
flores asomaban tímidas entre el verde oscuro de las hojas.
Cuando el víejo indio despertó de su profundo sueño y salió para ir al bosque, quedó mara-
villado del prodigio que ante la puerta de su choza se extendía. Desde ella estaba quieto y
silencioso queriendo comprender lo que había sucedido, pero a la vez con un soterrado temor
de que sus ojos y su mente no fuesen fieles a la realidad.
Por fin, llamó a su mujer y a su hija, y, cuando los tres estaban estáticos mirando lo que
para ellos era un prodigio, otro mayor acaeció ante sus ojos y les hizo caer de rodillas
sobre la húmeda tierra.
Las nubes, que desperdigadas vagaban por el cielo luminoso, se juntaban apretadamente y lo
tornaron oscuro, al mismo tiempo que una forma blanquísima y radiante descendía hasta e-
llos.
Yasí, bajo la figura de doncella que habían conocido, les sonreía confiadamente.
- No tengáis ningún temor - les dijo -.
Yo soy Yasí, la diosa que habita en la luna, y vengo a premiaros vuestra bondad.
Esta nueva planta que veis es la yerba mate, y desde ahora para siempre constituirá para
vosotros y para todos los hombres de esta región el símbolo de la amistad. Y vuestra hija
vivirá eternamente, y jamás perderá ni la inocencia ni la bondad de su corazón. Ella será
la dueña de la yerba.
Después, la diosa les hizo levantar del suelo donde estaban arrodillados, y les enseño el
modo de tostar y de tomar el mate.

Pasaron algunos años, y al viejo matrimonio le llegó la hora de la muerte. Después, cuando
la hija hubo cumplido sus deberes rituales, desapareció de la tierra. Y, desde entonces
suele dejarse ver de vez en cuando entre los yerbales paraguayos como una joven hermosa y
rubia en cuyos ojos se reflejan la inocencia y el candor de su alma.(*)


(*) Versión recogida por tradición oral, relatada y transcripta
---------------------------------------------------------------------








LEYENDA DE LA YERBA MATE


Cuentan que cuando una tribu nómade empujada por su espíritu errante resolvió dejar la región en que vivían, el anciano INDIO YARA, enfermó y agobiado decidió quedarse. YARIL, su joven y hermosa hija se negó a abandonarlo.

Un mágico atardecer, mientras Yaril ayudaba a su padre en la caza, apareció un extraño visitante que por su apariencia no parecía ser oriundo de esos lares. Lo recibieron con gentileza y generosidad poniendo a su disposición todo cuanto poseían.

TUPA, dios del Bien, que al recibir tan cálida demostración de hospitalidad hizo brotar una nueva planta en la selva, el CAA, la yerba mate, nombrando a la bella Yaril su diosa protectora, a su anciano padre, custodio de la misma . Les enseñó a secar sus ramas al fuego y todos los secretos para preparar la exquisita infusión, genuina expresión de bienvenida en todos los hogares argentinos.

--------------------------------------------------------------------








LEYENDA DE LA YERBA MATE (2)

Paso a relatarles esta leyenda de la yerba mate que llegó a mis oídos, dice así......
Un día la Luna acostumbrada a mirar siempre a los hombres con su lampara de espejo, resolvió bajar a la tierra. Entonces, le pidió a la Nube que la acompañara. Las dos transformadas en hermosas mujeres, comenzaron a caminar por la selva. Yaci y Arai, esos eran sus nombres, pensaron que estaban de nuevo en los comienzos de los tiempos cuando nacieron las estrellas, el trueno y el viento. De pronto desde la corteza de un ñandubay algo se movió, era un yaguareté, su corpulento cuerpo parecía un terciopelo de pelo entre los pastos. El yaguareté estaba agazapado, todo el monte enmudeció con su temible bramido, se dirigió hacia ellas amenazante pero una flecha salió de no se sabe donde y se incrustó en su costado, el animal se enfureció aun más, fue entonces que apareció la figura de un indio, nuevamente tensó el arco al tiempo que el animal se abalanzó sobre él, punta y bestia se encontraron en el aire y el yaguareté cayó a tierra muerto a los pies del indio.
Cuando Yací y Arai percibieron la llegada del indio, de puro susto casi instantáneamente recuperaron su forma en el cielo, y si ellas estaban vivas, se debía al valor del indio, entonces para agradecerle lo que había hecho por ellas, aparecieron una noche en sus sueños de la misma manera en que habían caminado por la tierra. Quisieron hacer algo más por él, recompensarlo por su ayuda.
Le prometieron entonces una nueva planta que brotaría nueva en la Tiera que iba a servir como vínculo entre los hombres, alegrando la compañía o la soledad, regalo de la naturaleza para borrar la fatiga y aligerar las penas, seria un arbusto espeso y vivaz, en cuyas hojas tostadas y molidas pudiera hacerse una bebida para la amistad, era un tónico verde, alimento de la sangre, músculos y alma.
Cuando a la mañana siguiente el indio despertó de su sueño, tuvo ante sus ojos un ancho y ondulante mar de hierbas que no conocía, eran los tiernos brotes de la yerba mate o caa guazu como la llaman en el noroeste argentino.

---------------------------------------------------------------------






Analizan científicamente el sabor del mate para saber por que gusta tanto.
El sabor amargo y la yerba sin palo son los atributos principales para los materos. Lo determinó un grupo de investigadores de la UBA (Universidad de Buenos Aires) y el Conicet en un encuentro reciente.

La yerba sin palo aguanta más en sabor que la que tiene palo. Porque es más resistente al lavado y porque tiene mayor cantidad de cafeína y otros compuestos de la yerba. Los expertos materos nunca tuvieron dudas de que eso era así. Pero comprobarlo científicamente es otra cosa. El Instituto de Química y METABOLISMO DEL Fármaco y el Laboratorio de Investigaciones Sensoriales, los dos del Conicet, organizaron un encuentro para comentar lo último que se sabe sobre la infusión y sobre cómo se perciben algunos sabores.

En un salón pequeño pero coqueto, se reunieron bioquímicos, dromatólogos biólogos y físicos para ponerse al día con los aspectos sensoriales y tecnológicos del sabor. Claro que en un país matero como éste, todos tienen algo para decir. “Elegimos el mate porque es algo muy nuestro prácticamente, la bebida nacional, lo primero que se piensa para elegir una yerba es su sabor., mucho después en su cuerpo, tonalidades u otras variables

El gusto que más seguidores tiene es el amargo. Si peguntamos por el color se lo asocia con el amarillo en primer lugar y luego con el verde.
La yerba mate esta formada por hojas desmenuzadas desecadas, ligeramente tostadas y desmenuzadas, mezclada o no con fragmentos de ramas secas jóvenes, pecíolos y pedúnculos florales.